lunes, 15 de febrero de 2010

"Haiku"

El café tan grave, tan exclusivo, tan definitivo.
Un trago de café debe ser tan negro como la tierra, caliente como el infierno, fuerte como la muerte y tan amargo como el amor.
Despiertas con disnea, afligido por una exhalación incómoda la noche entera; vuelta olímpica de un lado a otro sobre la cama, te descubres y te encojes sobre tus piernas.
3: 24 a.m.
«Tenías que llamarte Vanessa, esa estúpida afición. Su amiga le llamó Vanessa. Ya no importa si ganan los Cardenales, o los Acereros, da igual…»
Dejas caer los pies sobre la alfombra, las manos sobre las sábanas y sales de la habitación restregándote los párpados. Ves el primer peldaño de la escalera iluminada por la madrugada y ligeramente un sonido se arrastra por la azotea. Cuando bajas el último escalón te ves sorprendido por un recuerdo inmediato:
«La película fue difícil, hacerle creer que las historias brasileñas siempre tienen algo sugestivo en su final, mmm»
Con las manos por delante caminas cauteloso hacía el estudio, abres la puerta y lo primero que observas es una gran recuadro de Daniel Defoe en madera lisa. Al costado un espejo, te miras y comienzas a frotar tu barba con las dos manos hasta que te sientes livianamente despierto. Suspiras.
3: 31 a.m.
«off on off on off on off on, on»
Enciendes la pantalla influido por un recurrente hábito «on»
Revisas el periódico online y los innumerables correos a los que -si pudieras–le harías una carpeta honorífica con letras mayúsculas: SPAM.
«Las mismas clarividencias de Calderón, los mismos correos de augurios sin reenvío. ¿Qué?»
Cierras y abres el Q10, ese sonido del tecleo te eriza, absoluto silencio, el olor a tabaco y escribes, escribes, y escribes a mano suelta, a la voz de tus dedos.
«Tenías que llamarte Vanessa. Hay algo en sus pies que me hacen concentrarme tanto en ellos, son muy delgados, pareciera que camina flotando en el pavimento. Lo que sí no puedo negar es su dulce fonética al parlar el portugués; esos ojos que te matan, que te dejan un estallido en el esternón mientras pregunta: E você?, e você onde mora?, e você? E você quê é o que estuda?, por quê direito?, você gosta dele?. Tengo que preparar una buena negación; claro, que tenga algo de comprensión»
Paralizado, con los ojos en el wallpaper oscuro regresas lentamente a tomar el paso y te encajas en el teclado mirando unos ojos marrones, adornados por un cabello rizado que dejan escapar una que otra cana de la sien.
3: 46 a.m.
«Love, Love. Qué carajo» escuchar esa canción a tal hora te cierra los ojos. Ahora que suena seguramente te permites recordar una a una cada fase de tu vida, la primera como aquella relación narcisista monitoreada por el interés propio hasta dejarla caer en una dualidad –a la que ella llamó- bonita. Y así hasta llegar a lo mismo invariablemente. Hoy como siempre, esta canción es horrible.
«Hoy la veré, por eso no puedo pegar los párpados, definitivamente me verá con unas grandes manchas negras debajo de los ojos, pero no creo que le importe. Agradezco que siempre tenga algo en qué pensar, algo que le haga descongestionarse de mí, por si las dudas: no la veré a los ojos, haré lo mío y le daré la vuelta. Es de esas personas predecibles, quizá nuestro encuentro lo sea. Y es que hay algo en su sonrisa que me intimida, ver cómo las arrugas de sus pómulos se estrechan unas con otras, sencillamente es regocijante»
Llevas el conteo de las letras 2329600. Un buen enlace para explicar Angola. Le das dos hojeadas más y decides que ha sido bastante. Desapareces completamente del estudio, sales a la terraza, enciendes el último cigarro y te sientas. La noche es tibia, te gusta esa noche, tiene algo especial, es clara y fresca.
«Vanessa es un nombre casuístico, antes no tenía importancia que alguien se llamara Vanessa, y sin darme cuenta me ha marcado, cada que escucho aquel nombre retorno a la universidad, una butaca surcada y me observo contemplando el mapa de Portugal a mi costado. Vanessa no ha hecho un gran esfuerzo para que pueda recordarla siempre, quizá se deba a que dentro de su abundancia, me vea obligado a entender su clase de portugués»
4: 23 a.m.

viernes, 5 de febrero de 2010

"Moscasmuertas"

Jamás me inscribí en el Feed de su blog -pero qué carajo-, me moría por leer una sola letra de ésas. Me escurría casi invisible por la red hasta llegar a su Hyperlink; un trago de whisky y en absoluto silencio pretendía reticular una a una las innumerables frases de rencor, de mal sexo, y aparejaba en su pasión, en su poesía proterva, en esa ficción dolorosa que apuntaba en la nuca con cruces, cuchillos, abanicos; así las noches tenían algo distinto, algo satisfactorio dentro de un gran fondo negro con letras grises. Pude haberla dejado en el número uno de mi lista de personas favoritas 2007, pero no estaba acostumbrado a esa .jpeg de pixeles minibastardos con un borrón en la parte inferior cubriendo mi apego. Como si en el fondo la fotografía supiera que estaría ahí, mirando sus ojos o su cabello, y se cerraba, se abría y se volvía a cerrar. Me gustaba sentirme en sus relatos, en su mala poesía; de alguna manera sentía que todos esos personajes -eran- yo, bastantes; uno diferente en cada entrada, y ohh… creer que te relata, te hace sentir único, único por dos cosas: por ingenuo y por cobarde, quizá más la primera que la segunda.
(pic) Lorena Barquet.
Top 5 de las cosas que me habría gustado no enterarme.