jueves, 31 de diciembre de 2009

Letras



Estaban parados uno frente al otro, como una letra.
Pensé en la N pero no, ambos parados tan rectos y unidos por un lazo tan completo no.
Una N requiere dedicación y fortaleza, mucha estabilidad y cosas como necesidad, naturalismo, nobleza, nostalgia y a veces de nada.
Tal vez la R, él recto y ella con curvas, con dudas. Muchas palabras que suenan bonito inician con R: retruécano, redundancia, recorrido… suenan bien y ellos lo tienen casi todo: romanticismo, rabia, raciocinio, reciprocidad, se han recaído, renovado y reencarnado, ahora son realmente ricos en reflexión y reforzamiento.
Otras muchas veces habían sido una X pero no por xenofóbicos, más bien por su posición, uno encima del otro.
Muchas otras veces habían sido una K, ella se rompía frente a él y para él, pero siempre como pilar la aguantaba, le daba el soporte que necesitaba. Él nunca se quejó, le gustaba; es de esos que necesitan cuidar de alguien para sobrevivir.
A veces caminaban como una U, unidos por debajo del mantel, de las gabardinas o de las miradas. Como la vieja usanza, se han ubicado y unido.
Una sola vez se permitieron ser una W, con personas de por medio pero eso no les funcionó, él intentó voltearla para convertirse en una M y se mantuvieron un rato más así, pero ya no.
Las letras esconden formas maravillosas, sólo hay que observarlas bien. Llegan a ser muy cuadradas y otras veces muy redondas, al mismo tiempo uno aprende a sacarles la vuelta o a deformarlas con sinónimos, aunque es difícil encontrar uno con el significado exactamente igual.
Ya sea N, R o K, juegan a cambiar y a recorrer el abecedario completo, tal vez encuentren nuevas formas para crecer pero mi teclado todavía no las encuentra.

martes, 29 de diciembre de 2009

Reja de cristal

Mientras Julio se proponía a reconstruir la escena, se detuvo en una búsqueda interminable de detalles, tratando de fabricar una realidad menos dolorosa y como un rompecabezas de piezas que no siempre embonaban, moldeaba una tras otra con detalles específicos. Así continuó toda la noche, y como nunca antes en su vida, permaneció despierto mirando por la ventana.
-Qué complicado se vuelve eso de estar frente a la ventana mirando el hilo que deja el cigarro.
Para aquella noche, Cecilia, había dejado notas en su escritorio a lápiz, había vaciado el ropero y colocado en el estante suficiente comida para unas semanas. Julio no encontró más remedio que tomar su automóvil y conducir hasta la carretera libre, luego pensó lo absurdo que se sentía por eso, regresó al poco rato y se paró frente a la ventana. A la par que vaciaba constante sus recuerdos, migraba en su cabeza nuevas piezas. No había razón para sentirse aliviado, calaba profundo y cruzaba las piernas mientras el frío se metía en sus huesos.
Por la ventana -que aún conservaba como reliquias del último verano: una copa de polvo y cortinas entelarañadas- se veía la casa de junto, hermosa y limpia como muy pocas veces se viera; tal vez, al mirarla en los primeros instantes, los ojos, empañados por el cristal de los anteojos, le advirtieran que era época de invierno, una navidad llena de polvo. Se acercaba el año nuevo y la gente de junto se emborrachaba de júbilo y alegría hasta volverse locos. Sin moverse apenas de su silla tomaba el cigarro y lo estrujaba con fuerza por sus dientes, siempre rascándose la barba y volvía luego a sumirse en sus pensamientos.
-Una vez, esta casa se lleno de luces, a Cecilia le encantaba adornar la casa porque así sentía que salía por un momento de su tormento y mientras el invierno se mantuviera en regalos y luces, Cecilia despertaba con esperanzas.
Julio sólo alguna que otra vez se miraba el dedo donde una sortija que poco antes le quitaran había dejado visible una señal viva y lejana como su certidumbre. De pronto miró su entorno y como se apaga un fósforo que se pisa, halló todo distinto. Después de siete años, Julio sentía que la casa no había cambiado; extrañando a Cecilia, cada que podía iba a su recámara y a puro suspiro pasaba la noche tras la ventana.
-Esta época es un buen pretexto para amanecer siendo otro, mientras tanto el pretexto no se haya ido.
Luego no volvía a acordarse de preguntas ni respuestas, recuerda a Cecilia como una mujer joven y con unos ojos que parecían sorprendidos por el mundo. Lo mismo podía ser joven que vieja: tan difícil era calcular su edad como si se tratara de un cadáver en descomposición. Por grande que fuera su cariño hacia ella, Cecilia se agitó en el lecho, suspiró fuertemente y tosió para cerciorase que estaba muerta. Julio no pudo hacer nada, influido por la muerte de Cecilia le pareció que aquél cuerpo en la cama, tendido en la muerte, no era ya suyo, y así creyó sentir la tremenda fuerza de la explosión; experimentó la sensación de que sus brazos se desprendían del tronco y todo el cuerpo se le paralizaba. Este recuerdo lo perseguía, lo obsesionaba, como un estribillo repetido en todos los tonos, jocoso y burlón unas veces, fiero otras, frío y monótono en ocasiones; y esta noche, Julio, con su impaciencia, no sabe qué tono le viene mejor, pero piensa pasar el año nuevo en esta recamara como la brete en el que se ha dejado aprisionar mientras el invierno pasa.

martes, 8 de diciembre de 2009

"Lobby"

Ví una de esas películas horrorosas Polaroid en blanco y negro, de hombres que fumaban pipas y vestían gabardinas inglesas. Lo único que terminó por impresionarme fueron los autos estilo The Intocables; de ahí todo fue un capricho, mujeres rubias, delgadas y con unas notables piernas que me conformaron. Debido a la diversidad de uvas que me acompañaban, en ocasiones me perdía masticando y ya no podía seguir el hilo conductor del filme, pero no creo haberme perdido menos de lo que añoraba. Hay quienes dicen que el sonido de las películas cautivan más que las escenas, y el que pocas veces retumbaran los saxofones de Charlie Sexton en New York Catchen ayudó a generar un ambiente de misterio y enigma que se completó con el hecho de salir aullando Funny Little Frog. Como aquellas canciones iniciales, exclusivamente todo fue un inicio; triste e insatisfecho al minuto veinte dejé que siguiera la imagen. Si yo tuviera la oportunidad de ver a Eddie Sedgwick fumar de piernas cruzadas y su mirada bombástica en más de una escena, lo haría siempre, comiendo con la mirada hasta esperar que el lunar que lleva en su barbilla sea proceso para rescatar lo mejor del elenco; uno debe reconocer que siempre llega el momento perfecto y profundo para ser protagonista ajeno de cualquiera de sus personajes. Allí me fue dada la idea de comprar una fotografía al puro estilo Paco Grande.
Sabía que estaba en ciertas situaciones en las que podía sacar provecho de aquellas imágenes en París, o no, pero lo hacía casi automáticamente: mi pantalla era mi reflejo. Hay otras cosas en las que también me detuve a pensar, ya había decidido que los filmes no me agradan lo suficiente a menos que sean de Andy Wharol, no me interesa reflexionar con un final inesperado o una batalla de vida al exceso. Además, nunca sé nada acerca de lo que me rodea. Y no quiero saberlo pues la vida misma es búsqueda. Digo que retratar imágenes en la pantalla caprichosamente significa una impostura. El pavimento es extraordinario para salir a jugar peligros, y bien estudiada una solución, a la larga son materiales de muy bajo costo. Da igual. Yo no soy más que un hombre que se lleva los tickets arrugados al bolsillo. Uno como yo, uno como cualquiera, no le queda más que esperar la siguiente cartelera.