Tengo un sueño recurrente en el que floto, en que sintiéndome despierto libero mi autosuficiencia. En ese sueño he dejado todo; cuestión de gustos y se hace un puzzle, un crucigrama de palabras claves alineadas métricamente una sobre otra. No me interesa lo que pienso en estos días, la prisa y la responsabilidad pueden ser una mezcla virtuosa. Hace un par de meses que penosamente puedo dejar que las ideas salgan, como un esfuerzo extraordinario para liberar cada una de estas ideas hasta que se escuchen o se lean. Y lo que sucede no es asunto mío solamente, de vez en cuando me gusta sentirme menos cansado y realizo lo que creo que me corresponde. Es imposible explicar por qué, no sentir es no sentir, nada. Es lo más cercano a estar en coma, un coma especial y retríbuible que me da garantías a corto plazo, muy corto pero contable. Comprendo a quien me diga que no es de hombres enrollar la vela antes de salir a mar abierto, pero no quiero argumentar ni una idea, ni una frase, ni una nada, altercar, creer, crecer o levantar el brazo para continuar jadeando a flote.
En estos sesenta días de hacer caer la balanza sobre un peso dudoso, me informo que más de tres pensarán lo mismo, los días de enero llevan en el aire un perfume que difícilmente se puede descifrar. ¿Alguien recordará a Charles Foster Kane cuando dice “Rosebud”?, el sentimiento en la expresión es similar a la balanza puesta en mi cabeza.
La semana pasada escuché decir a Páez Varela dos sentencias fuera de tiempo: “Aún en la oscuridad”, no sirvió de nada, seguimos esperando el Deadline con la hora de cierre a medio día, un mes después de la primera década.
Mencionar a un hombre dedicado al infortunio de Ciudad Juárez, es como ponerse la soga al cuello, uno pensaría que detrás de esas corbatas ochententeras y sacos a cuadros, el hombre no se preocupa de sí.
Heme aquí, la sentencia más explorable en la vida de un hombre que sin lentes es completamente miope. El cíclope que se recuerda que una vez amó:
“No quiero verte en el fondo del vaso, en el anuncio de celofán que arrancó un estornudo del viento, o en la chistera de las madrugadas. No quiero darme la vuelta y encontrarte en la esquina; escribir y dedicarte una letra; hablar y decir tu nombre, o sentir cualquier cosa que te refiera. No quiero comprender, disentir, pensar. No quiero escribir, pero tampoco quiero apagar la luz porque no sirve de nada: aún en esa oscuridad, estás tú”
En estos sesenta días de hacer caer la balanza sobre un peso dudoso, me informo que más de tres pensarán lo mismo, los días de enero llevan en el aire un perfume que difícilmente se puede descifrar. ¿Alguien recordará a Charles Foster Kane cuando dice “Rosebud”?, el sentimiento en la expresión es similar a la balanza puesta en mi cabeza.
La semana pasada escuché decir a Páez Varela dos sentencias fuera de tiempo: “Aún en la oscuridad”, no sirvió de nada, seguimos esperando el Deadline con la hora de cierre a medio día, un mes después de la primera década.
Mencionar a un hombre dedicado al infortunio de Ciudad Juárez, es como ponerse la soga al cuello, uno pensaría que detrás de esas corbatas ochententeras y sacos a cuadros, el hombre no se preocupa de sí.
Heme aquí, la sentencia más explorable en la vida de un hombre que sin lentes es completamente miope. El cíclope que se recuerda que una vez amó:
“No quiero verte en el fondo del vaso, en el anuncio de celofán que arrancó un estornudo del viento, o en la chistera de las madrugadas. No quiero darme la vuelta y encontrarte en la esquina; escribir y dedicarte una letra; hablar y decir tu nombre, o sentir cualquier cosa que te refiera. No quiero comprender, disentir, pensar. No quiero escribir, pero tampoco quiero apagar la luz porque no sirve de nada: aún en esa oscuridad, estás tú”